TDAH: Un diagnóstico que comienza con atención y empatía

Cada vez más niños muestran señales que podrían asociarse al Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, especialmente al comenzar el año escolar. Detectar sus síntomas a tiempo, derribar los mitos en torno a su tratamiento y comprender su origen neurobiológico es clave para apoyar de forma efectiva a quienes lo viven.

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El inicio del año escolar suele traer consigo el descubrimiento de ciertas dificultades en niños y niñas: falta de concentración, inquietud constante o problemas para seguir instrucciones. Aunque muchas veces estos comportamientos se asocian a la edad o a “malos hábitos”, también pueden ser indicios tempranos de un diagnóstico frecuente pero poco comprendido: el TDAH. Comprenderlo no solo ayuda a los niños, sino también a sus familias, profesores y entorno.

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es uno de los trastornos del neurodesarrollo más comunes en la infancia. Su origen está relacionado con una alteración en neurotransmisores como la dopamina y la noradrenalina, afectando funciones cerebrales clave para la autorregulación, la atención sostenida y el control de impulsos. La Asociación Americana de Psiquiatría estima que afecta al 5% de los niños a nivel global, aunque estudios como el del Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP) sitúan la prevalencia en Chile en torno al 10%.

La doctora Magdalena Galarce, especialista en servicios clínicos de Farmacias Ahumada, explica que “los síntomas suelen hacerse evidentes entre los 3 y 6 años, pero muchas veces son confundidos con conductas propias de la edad. Por eso es tan importante observar la persistencia y la intensidad del comportamiento en distintos contextos”.

Según una revisión sistemática publicada en The Lancet Psychiatry en 2023, el TDAH tiende a manifestarse en tres formas: predominantemente inatento, predominantemente hiperactivo-impulsivo, y combinado. Esta clasificación es clave para su diagnóstico, que se realiza mediante criterios clínicos estandarizados y entrevistas con padres, educadores y profesionales de la salud.

Pero el diagnóstico es solo el primer paso. “En muchos casos, el TDAH coexiste con otros trastornos como ansiedad, depresión o dificultades del aprendizaje, por lo que requiere una evaluación integral y un plan de tratamiento personalizado”, señala Galarce. De hecho, se estima que un 70% de los niños con TDAH presentan comorbilidades psicológicas o conductuales.

Mitos que obstaculizan el tratamiento

Uno de los grandes desafíos para las familias es sortear los prejuicios y mitos asociados al TDAH y a su tratamiento. “Una de las creencias más dañinas es pensar que los medicamentos sedarán al niño o limitarán su creatividad”, comenta Galarce. Nada más lejos de la evidencia. Diversos estudios —como el publicado por la American Academy of Pediatrics en 2022— muestran que los medicamentos como el metilfenidato no actúan como sedantes, sino que mejoran la función ejecutiva al aumentar los niveles de dopamina en el cerebro, ayudando a que los estímulos sean más atractivos y manejables.

El tratamiento, según los lineamientos internacionales, se basa en cuatro pilares fundamentales: apoyo psicoeducativo a los padres, intervenciones escolares, tratamiento farmacológico cuando es necesario, y apoyo terapéutico directo al niño. “No se trata solo de dar una pastilla, sino de crear una red de contención y estrategias para el desarrollo de habilidades”, enfatiza la médica.

Otro mito común es pensar que el uso prolongado del medicamento genera adicción o pérdida de efectividad. Sin embargo, investigaciones como la realizada por el National Institute of Mental Health (NIMH) en 2023 confirman que el metilfenidato tiene un bajo riesgo de dependencia cuando es usado adecuadamente bajo supervisión médica. Además, su efecto desaparece al suspenderse, y no todos los pacientes requieren medicación de por vida.

Finalmente, es importante considerar factores de riesgo como la genética, el tabaquismo materno durante el embarazo, la prematuridad o ambientes familiares adversos. “El TDAH no es culpa de nadie, no es producto de una crianza deficiente ni de una mala actitud. Es una condición con base neurobiológica que requiere comprensión, diagnóstico profesional y un acompañamiento continuo”, concluye Galarce.

¿Qué sigue para las familias?

La invitación es clara: observar, informarse y consultar. El pediatra, psicólogo o neurólogo infantil pueden guiar los pasos necesarios para un diagnóstico certero. Y sobre todo, generar un entorno empático, libre de estigmas, que permita a los niños con TDAH desarrollar todo su potencial.